miércoles, 18 de febrero de 2009

Tardes tuyas


Es una habitación grande. Siempre hay polvo, polvo y pelos blancos que recorren la habitación como las bolas de rastrojos en los westerns. Las dos cortinas de terciopelo como dos copas de vino tinto estáticas sobre la pared roja. Dos ventanas y detrás la oscuridad. La ropa tendida, dos toallas dobladas sobre una butaca retro, y la absurda, pequeña mesa de cristal alta, sosteniendo el candelabro y más polvo, el sofá de cóctel imitando cuero, y un carboncillo con la cara de Santiago escorzada. Las plantas cada vez más grandes, queriendo ganar terreno a la luz, y tú sentada en la otra butaca tecleando letras y mirando cómo la pantalla las redibuja a su antojo. La música alta, hablando de nada. Chico en el dintel esperando su turno para salir. La piel espesa. La calle al otro lado blanca… no, probablemente ya gris. El suelo frío, las sábanas ahora estiradas. Una postal de una pantalla de cine de verano blanca. Tres cajas de madera una sobre la otra, el armario cerrado y el pañuelo de flores colgando de su puerta. Tardes tuyas.