viernes, 4 de febrero de 2011

Que se detenga el tiempo


Tantas cosas por contar, y mis manos tan lejos de una hoja de papel blanca. Amarillos ausentes, grises perpetuos, y en cada mirada perdida un invierno por acaecer. Lamento el silencio de las golondrinas, el pesar de mis pensamientos encerrados en cajas esparcidas por el espacio anegado de un cerebro inconexo.
La caja por mandar, la carta en su sobre bordeado de lineas rojas y azules, que no cruzarán océanos, sino montañas e inmensas mesetas hasta encontrar el buzón de sus receptores.
Las fotografías repitiéndose en la retina de unos ojos ávidos de luz, obligados a entornarse tras la barra, convirtiendo manualidades en copas de vino y rosas que no encontrarán gratitud o emoción a su presencia. Y tras la barra esos ojos, que por un segundo podrán encontrar el secreto de mi retina, si lo que desean es la verdad y no el objetivismo cínico que los protege de realidades paralelas, donde no querrán guarecerse. A salvo, se encuentran construyendo sesgos de la verdad, retorcidos en su desconformidad.
Donde está ese lugar en el que el mundo que construye mi imaginación infinita podría exisir. El que lo sepa que no se guarde el secreto esta vez, que me lo cuente, que me lo cuente al fin. Pues mientras le espero se derriten entre mis dedos todas aquellas letras que no escribo, todas aquellas imágenes que no recogerá el negativo, con mi ojo de por medio.
Que se detenga el tiempo, y ahora que me sacuden las palabras, no tenga que cesar, que se calle esa voz que me habla desde otra galaxia, otro planeta, que sólo me deje su música y que cuando las ramas encuentren su brote, todavía queden retazos de luz y letras en mis entrañas.