martes, 29 de mayo de 2012

STOP

A todos aquellos neo-liberales que apoyan los criterios político-socio-económico de individuos en pro de la austeridad, como Merkel, Sarkozy o Rajoy. Les invito a disfrutar de esa políticas "europeas-liberales", que hoy una vez más me demuestran, el racismo, la ignorancia y la desigualdad en las ventanillas de la administración berlinesa. Resulta que hace 4 semanas que han aprobado una nueva ley según la cual a menos que lleve más de 5 años residiendo en alemania, esté casada con un alemán, o hay tenido un trabajo que me cubriese el seguro médico, he perdido el derecho a cobrar ningún tipo de ayuda del estado alemán. Deutschland über alles les gustaba cantar a los alemanes, este es el futuro de España si sigue el bonito ejemplo de la política austera de Merkel. Os doy la bienvenida a una tierra en la que el prójimo existe para pisarle. Este es el terreno en el que hoy nos adentramos. Aun pienso estamos a tiempo de frenar este engranaje neo-narcisista e inhumano, aun quedamos personas a las que nos importa la felicidad ajena, enseñémosles a vivir la vida, a desprenderse de sus frustraciones, recordémosles el valor del tiempo, y la vacuidad efímera de el dinero o del consumo. Seamos felices juntos!

martes, 27 de marzo de 2012

Intacta permanencia

Aunque haya intentado borrar todos los recuerdos ligados a esta casa, no puedo remediar tenerlos presentes cada vez que la piso. Dudo que hubiese podido imaginar que así fuera la primera vez que atravesé su puerta, sin embargo más de 20 años después recuerdo incluso aquel dia. Un tiempo antes en la loma sobre la que se levanta Figueras, ella se había enamorado de un prado presidido por una humilde casa, desde la que amanecía y atardecía la vida frente al Eo. No sé cuál fue la razón exacta que la llevó a cesar en su empeño por convertir aquella casa en su hogar vacacional. Sé que el amor a un hombre en cierto modo se interpuso. Por esa razón amo y odio la casa en la que ahora me siento. Esta casa existe, no obstante, por el amor de una mujer a un hombre, y por el amor de éste a una memoria infantil. Como decía poco tiene que ver como luce hoy este piso a como lucía cuando llegamos. Entonces densas cortinas de flores colgaban de las ventanas, barrocas alfombras cubrían el suelo, sofás de recargados estampados poblaban el cuarto de estar y oscuros muebles imitación caoba repletos de adornos de mal gusto tras vitrinas tapaban las paredes. Abrir y cerrar puertas y ese pegadizo olor a naftalina fueron la sensación que me llevé entonces. Años después remodelarían la casa gracias a un pellizco de la Primitiva, pudiendo convertirla en la casa que tantas veces imaginaron. Hoy en día sigue cubierta por las alegres y bonitas telas de los Farré, inundada de luz tras la cabezonería de ella de abrir un ventanal en la cocina y sometida a sus habituales y acostumbrados ruiditos. La vibración de la nevera con su truqui para sostenerla bien cerrada, las tuberías de los radiadores sintiendo el calor recorrerlas y algunos sonidos perdidos con el tiempo, como el chirriar de los viejos columpios de la Alameda. Mercedes no me ha reconocido, eso ha cambiado, pero su figura en jarras con ceño fruncido vigilando el portal sigue exacta. Otros ya no están, Mencía y su sonrisa eterna, el alto y delgado anciano que se daba largos paseos y duchas frías como receta de salud y otros que también se fueron. Algunos árboles menos ahora que entonces, pero en este pueblo todos sabemos que nunca fueron muy amigos de los árboles. Curiosidades olvidadas permanecen, la silla desencolada, los cuchillos oxidables de Taramundi, los picaportes con trampa y los adornos minúsculos que a ella siempre le fascinaron. Nuevas y ajenas telas atentan cubrir y esconder recuerdos. Fotografías cambiadas de lugar parecen querer obviarla, sin embargo entro hoy en día en esta casa y aunque hayan pasado años desde la última vez que vino ella su presencia me acoge tan cálida como siempre. Intacta permanencia, ella sigue en casa.

lunes, 5 de marzo de 2012

jueves, 1 de marzo de 2012

Amistad ausente

Hay alguien que espera su respuesta, no sabe si escribir o no escribir, sabe que de hacerlo no entenderá lo que dice, a menos que no diga lo que necesitaría decir, y que de no hacerlo no habrá más preguntas, ni más diálogo, la distancia será tan grande que lo cubrirá todo, y un espeso manto de hielo congelará sus voces en posibles encuentros. 
¿Cómo explicar, se decía, que no es lo mismo que te digan que te aman a pedir que te lo digan? ¿cómo hacer entender que el amor que contienen estas dos acepciones es tan drásticamente distinto? 
A lo que uno llamó estrategias, el otro lo llamó recordatorio de cariño por declarar. Lo que uno entendió como abandono, el otro lo entendió como abandono, en eso sí estuvieron de acuerdo. Sin embargo los meses pasaron y cuando por fin hubo oportunidad de hablar, no se entendieron, y meses después cuando una vez más hubo oportunidad de hablar tampoco se entendieron. Y así una amistad inmensa veía como se desdibujaba en su presente, lugares distintos, problemas distintos, alegrías distintas. Uno no podía compartir su tristeza, el otro no podía compartir su alegría, y así poco a poco se evaporaban los caminos de las charlas de cocina, de los sueños de porvenir, de los viajes hechos, y de los viajes pendientes, de los recuerdos de tantas historias, de las casualidades.
Siempre le conquistó su capacidad para contar historias, para darles vida, y encandilar al espectador con pormenores, con todas las pequeñas y grandes historias ocultas dentro de una sola. Su vitalidad, su optimismo, y su poética creatividad, su manera de hablar de dedales con pinceles, de dedicar tiempo a la forma de una letra, de ordenar sus cuentas de colores, y de archivar sus tarros de flores secas. Y tantas y tantas cosas más que ahora le faltan, que ahora aunque el futuro no le deje pensar en ello, las noches le quitan el sueño para encontrar espacio para pensar en lo que se va, en lo que se deshace. 
Cómo decirle que no entendió lo que escribió, que la disculpa no era disculpa si estaba enfrascada en rabia, cómo decirle que intentó hacerlo lo mejor que supo, que intentó ser quién necesitó que fuese, que intentó necesitar sólo cuando era necesaria, pero que no supo, que se equivocó. Ni supo seguir cerca, ni pudo. Esta vez también necesitó que supiera el otro, que quisiera encontrarlo, que quisiera preguntar. 
Y en el segundo intento, habló clara y honestamente, pero desde el mayor cariño, intentando entender, partiendo de la ignorancia que da un sólo punto de vista, sin embargo la respuesta obtenida no pareció recibir ninguna de esas señales, sólo percibió su yo frente a lo demás. Y quizá su yo, ya no sea capaz de entenderlo, a costa de evitar el suyo. Quizá por vez primera eligió a su yo, antes que al del otro, y por eso no podía responder, por eso no sabía cómo responder. La torre se descalabraba, y cada vez que releyó la última carta, pensó lo mismo, "la leeré mil veces, y mil veces pensaré que si el otro leyera la suya una vez más, entonces, quizá..." ... pero.... 
Y lamentó cada instante siguiente en el que no estaría más presente, ahora que tanta alegría le inundaba, ahora que tanto quería compartir, darle y vivir cerca, no parecía que pudiera ser posible. 
Sabiendo que no podía hacer otra cosa, tampoco podía evitar extrañar la pérdida.
El vacío.
Su ausencia