viernes, 16 de diciembre de 2011

Allegro vivante





Llegó el invierno, 
esta vez luchó muy duro 
para encontrar su momento, 
un otoño impulsivo se acomodó 
no dejando el espacio al otro 
de encontrar su sitio. 
La primera nieve en Berlín, 
la primera nieve es ligera, 
delicada y gruesa. 
Le gusta permanecer en el aire, 
jugar a ser la última en rozar la tierra, 
componiendo armonías de altos y bajos 
melódicos, 
que encuentran su terreno 
en la ingravidez del tiempo detenido. 
El silencio se apropia de la superficie, 
invade cada vértice, cada hueco, 
y sólo la nieve 
es protagonista de su momento.
Sigo pensando 
que es auténtica magia, 
la que organiza este evento 
en el que el blanco es todo, 
y la luz se multiplica 
en partículas infinitas. 
Este invierno, sin embargo, 
es distinto, este invierno 
se ha esforzado tanto 
por encontrarnos que 
ha cambiado el ritmo 
de su balada, 
tornándose en un allegro vivante, 
que cual tormenta 
ha arreciado sus veinte minutos 
de notas discordantes, 
empleando la nieve más salvaje 
y oscura en su haber, 
inundando de gris violento 
los rincones, 
para dejar paso a la calma 
de su presencia, 
ya saben que está aquí, 
ahora podrá pasearse 
con su pies de plomo 
sobre la ciudad 
de las noches estrelladas 
y los días blancos. 

Bienvenido Sr. Invierno, 
le extrañábamos, 
sin embargo sólo 
tengo el tiempo de decirle Hola, 
pues otras latitudes de humor 
más grato me esperan, 
mientras tanto no se sulfure 
y rija usted con el rigor pertinente 
en mi ausencia. 


Atentamente,
unos ojos tras la ventana.