miércoles, 20 de abril de 2011

Hablar por hablar


Van pasando los años y descubro que no la conocen. Por fin se va dando cuenta de que habiendo creído siempre ser una persona extrovertida, no lo es. Reconoce ahora que escuda su timidez, sus inseguridades y sus miedos en el habla. Se permite hablar, tanto como sea necesario, cuánto más nerviosa más hablará, los demás creen conocerla, pues muchas veces habla de sí misma, pero no es realmente de sí misma de quién habla es de ese personaje que los otros pueden ver y tocar, lejos muy lejos de rozarla a ella, a la persona real. De sí misma sólo en ocasiones un papel o una pantalla en blanco la reconocen.
Ha aprendido esto recientemente, y lo ha hecho porque ha descubierto que cada vez habla más, y las manos le tiemblan, y levanta los hombros y suda, y últimamente ni siquiera ella cree el personaje que muestra, quizá por eso está nerviosa.
Ella cada vez está más adentro, cuánto más habla su peronaje, más lejos se pierde ella, pronto será imposible encontrarla. Ella sueña con un momento que se repite mil veces, sin embargo los miedos crecen como la hiedra en su interior, y siente que si ese momento llega se lo quitarán de las manos, y entonces sólo entonces ya no quedará ni la huella de su existencia, quedará la marioneta, una marioneta que ni siquiera tendrá quién la sujete.
Todo sucede porque la caja lleva años vaciándose, y rara vez la abren para alimentarla. En el último año la han desvalijado, y herida, apenas se sostiene. Busca en la luz, en la noche, en sus pedaladas, en las sonrisas y entre los cerezos de un solar abandonado, y las ruinas que derruye una máquina, busca las piezas que recompondrán el puzzle, le faltan muchas, y ella es paciente, pero sus fuerzas decaen.
Díganle que en verano el sol iluminará las piezas escondidas, que no pierda la esperanza, díganselo. 

martes, 19 de abril de 2011

La ética hoy no está de moda




Todos somos en mayor o menor medida producto de nuestra educación, y digo educación y no enseñanza, ténganlo en cuenta. En mi caso como en el de la mayoría mis padres se esforzaron al máximo por hacerlo lo mejor posible, según sus criterios y valores morales. A día de hoy puedo asegurar que lograron su cometido, pues esos mismos valores son los que determinan quién soy hoy en día.
En cuánto a cuáles eran esos valores no hablo ni de religión, ni de política, pues en ese aspecto procuraron que yo elaborase mis propias elecciones. Cuando hablo de los valores que mis padres me transmitieron hablo de ética. Lamentablemente hoy en día es una palabra de la que se abusó tanto que ha dejado de dársele importancia.
Según Wikipedia:
La ética es una rama de la filosofía que abarca el estudio de la moral, la virtud, el deber, la felicidad y el buen vivir.[
La ética estudia qué es lo moral, cómo se justifica racionalmente un sistema moral, y cómo se ha de aplicar posteriormente a los distintos ámbitos de la vida personal y social. En la vida cotidiana constituye una reflexión sobre el hecho moral, busca las razones que justifican la utilización de un sistema moral u otro.”
Aclarado esto, puedo decírles que sé que para mis padres era de vital importancia el hecho de que yo generase una conciencia ética.
En ese adoctrinamiento del ser humano, para mi madre siempre fue vital que desarrollase un carácter altamente empático, y para mi padre que fuese una persona honrada. Para asegurarse de ello, mi madre tuvo que enseñarme que las acciones negativas de otros siempre están condicionadas a un estado de ánimo y para poder comprender tridimensionalmente un problema hay que analizarlo desde el punto de vista del otro antes que el propio. Para que lo entiendan mejor les pondré un ejemplo: Si un niño del colegio me daba patadas al salir de clase, la teoría de mi madre era que yo no debía juzgarle como malo, ni enfadarme con él, sino que tenía que intentar comprender en que situación estaba el niño, o había llevado al niño a pegarme, e intentar ayudarle.
Durante muchos años no comprendí del todo bien esta teoría, sin embargo la vida me fue demostrando que cuando llevaba a cabo su técnica, normalmente acababa descubriendo que detrás de cada imbécil existía una buena persona frustrada e incomprendida, ansiosa por salir de ese imbécil.
Así que hoy en día sigo practicando el método. En cuanto a la honradez, también me enseñaron que todo individuo tenía unas obligaciones y unos derechos y estos habían de ser respetados, y para que se respetaran los míos había de respetar antes yo los ajenos.
Pero la más importante de todas estas enseñanzas es que jamás encontraría valor más alto que el de ser fiel a mis propios valores. Y esta sepan ustedes es la más difícil de todas las responsabilidades de las que mis padres quisieron dotarme para ser una persona ética. Digo que es la más difícil, porque ser fiel a nuestros propios valores exige de grandes sacrificios, y no es siempre un camino de rosas.
Sin embargo acercandome a la treintena, no dejo de agradecérles que me hicieran semejante regalo, pues aunque la ética hoy no esté de moda, me enorgullece decir que soy empática, honrada y sigo fiel a mis principios.