domingo, 12 de octubre de 2014

El precipicio de la idea

Las ideas tienen la belleza de un Universo,
fluyen inundando cada rincón existente,
ocupando cada partícula de aire respirable
absorbiendo cada movimiento al cual tu mente pueda dirigirse
y escogiéndote como único habitante de esa circunstancia,
te voltea en una vorágine indescriptible
que te encuentra en el momento en que tu lado físico te abandona.
La noche crece ante el precipicio de la idea,
el diapasón marca horas por segundos,
Alicia ya traspasó el espejo,
brincas y no sueñas, tan sólo imaginas despierta.
Duerme o no dormirás,
escribe o no escribirás.
La idea pausadamente en algún momento descansará
y no tendrá la belleza de un Universo.
Será el Universo


(Al menos esta vez aunque la idea no vaya a existir mas que en mí,
durante unos segundos habrá reposado en ti)


sábado, 11 de octubre de 2014

Cachibaches


Buscando un cepillo para sacarle bien la tierra del parque a la parte de lona de los zapatos de Bastian, no encontraba el cepillo sin embargo mientras lo buscaba he visto otros muchos objetos que uno guarda en casa y en pocas ocasiones hace uso de ellos, la imagen mental de uno entre todos ha vuelto a mi cabeza unas horas después recordándome la importancia que llegó a tener en los hogares y la pregunta de ¿en cuántas casas de gente menor de 40 años existirá hoy en día? y si lo hace ¿recuerdan sus inquilinos la existencia de tal objeto?
Es un objeto sin importancia aparente, un abrillantador de zapatos, con su forma concreta que muchos recordarán, dentro de su carcasa de plástico y que probablemente cuando apareció revolucionó el mercado de la limpieza del zapato. Y, es que al venirme la imagen a la cabeza han aparecido otra buena secuencia de recuerdos ligados a este objeto.
Este abrillantador en concreto, me digo que sólo puede haber llegado hasta mi casa de una manera: en la maleta de mi madre, que no abandona viejas costumbres y le sigue gustando llevar sus zapatos bien lustrosos (o lustrados?) y hay es donde comienza mi interés. Recuerdo que cuando era pequeña tanto en el piso de Balandro como en el de General Oraá siempre existió una caja de madera con los enseres necesarios para lustrar bien unos zapatos; desde los cepillos, unos mas suaves y otro de púas de acero hasta una larga variedad de latas de betún (negros, grises, distintos marrones y ocasionalmente un blanco o rojo) pues rara vez llevaba nadie unos zapatos de otro color, sin faltar alguna gamuza.
(Solamente recordar las palabras betún y gamuza, hace que valga la pena recordar esto, pues creo que son palabras que hace años no pasaban por mi mente)
Los zapatos en general duraban una vida. Los sábados si mi madre no trabajaba sacaba aquella caja, y con paciencia infinita iba limpiando todos los zapatos en uso de la familia, dejándolos en el ofis de la cocina bien colocados esperando ser calzados. De tal modo el recuerdo de mi infancia va acompañado de los brillantes mocasines de mi padre y las botas o salones de mi madre además de los zapatos que yo calzara (que sin embargo no recuerdo).
Otra tarea que se va perdiendo es la plancha, al igual que los zapatos solo que con mucha más asiduidad recuerdo tanto a mi padre como a mi madre en el "cuarto de la plancha" inmersos en una nube de vapor planchando con la famosa "vaporetta" que tanto trabajo según ellos les aliviaba comparado con la plancha tradicional. Un cachibache enorme aquella "vaporetta", roja y gris solía guardarse en una funda gris con todos sus accesorios. Ahora que el tiempo ha pasado quepa decir que recuerdo el enfado monumental de mi madre cuando mi padre que era poco gastón, un día apareció con el invento que costaba una fortuna, mi madre con los años aceptó las maravillas del cacharro, pero siempre le molestó que "papá la compró porque la moza debía de estar tremenda y le debió de prometer el oro y el moro a mi padre", pues era una época en la que existía además de estos objetos ya tan olvidados, un personaje que también ha ido esfumándose de nuestras vidas; "el vendedor a domicilio" y "el cobrador del frac" e igual te venían a vender la Larousse (que todas las casas llegaron a tener) como la aspiradora o la "vaporetta".
Estas costumbres se pierden, pues aunque plancha seguimos teniendo algunos en casa (hablo de los de mi generación) sólo anda cogiendo polvo esperando que tengamos que llevar una blusa especial, o una camisa él, para sacarla del armario, y muchos ni siquiera saben que "el truco para planchar bien es colocar y estirar bien la prenda en la tabla de planchar" (como decía mi madre siempre que intentaba enseñarme). Ahora corren otros tiempos en que se llevan vaqueros arruinados y gastados antes de estrenar, pero son "Jeans", pantalones de pinza pero son "chinos" y la ropa se lleva arrugada, para mantenerse "casual", los zapatos viejos y sucios para no resultar "chic" o "formal".
Mi teoría es que en la pérdida de aquellos hábitos desaparecieron de a pocos otras costumbres más importantes aún, como la gentileza y la buena educación. Pues ¿quién se levanta ahora a cederle su sitio a un anciano?o a una embarazada? o a alguien con muletas? quién le sostiene la puerta? quién le deja salir antes de entrar? quién le ayuda a subir un carrito por las escaleras del metro? o la maleta al autobús?
Hace unas semanas encontré una mujer anciana en el autobús, yo iba de pie con el carrito a mi lado y no quedaban asientos libres, la señora entró y nadie se levantó, me apresuré para hacerle hueco al menos cerca de la baranda y así tuviera al menos la mujer donde agarrarse, e indignada le dije que sentía no estar sentada para poder cederle el sitio, ella me habló precisamente de estas viejas costumbres olvidadas, poco después quedó un asiento libre, y la animé a que se sentara mientras un chico le decía, ante la señora, a su chica (no más de 35 años) que se sentase, a lo cual le di un toque en el hombro, y le dije que ese sitio era para la señora, no para su chica. Antes de bajarme del autobús la señora se arrimó y me dijo, que por favor le diese las gracias a mi madre.
Y es que tengo mucho que agradecerle, pues sin ella y sin mi padre no hubiese conocido ninguna de estas buenas costumbres, y tampoco conocería las palabras betún o gamuza, que tan bonitas son.

lunes, 6 de octubre de 2014

RETALES II



La rutina de la soledad decrece.
La invasión de la información nos seduce. 
La ausencia de tecnología nos espina.
Miedo al aburrimiento.
La obsesión del no producir, no consumir.
Nos quedamos en una balsa de tranquilidad,
incómoda, 
no la sabemos gestionar.

viernes, 3 de octubre de 2014

Octubre




Estoy tan vacía que ya no asoman las manos de las mangas.
La voz es voz y no esconde.
El silencio ocupa y en ese lugar habita.
Los dedos duelen.
Apaga la luz.

martes, 29 de mayo de 2012

STOP

A todos aquellos neo-liberales que apoyan los criterios político-socio-económico de individuos en pro de la austeridad, como Merkel, Sarkozy o Rajoy. Les invito a disfrutar de esa políticas "europeas-liberales", que hoy una vez más me demuestran, el racismo, la ignorancia y la desigualdad en las ventanillas de la administración berlinesa. Resulta que hace 4 semanas que han aprobado una nueva ley según la cual a menos que lleve más de 5 años residiendo en alemania, esté casada con un alemán, o hay tenido un trabajo que me cubriese el seguro médico, he perdido el derecho a cobrar ningún tipo de ayuda del estado alemán. Deutschland über alles les gustaba cantar a los alemanes, este es el futuro de España si sigue el bonito ejemplo de la política austera de Merkel. Os doy la bienvenida a una tierra en la que el prójimo existe para pisarle. Este es el terreno en el que hoy nos adentramos. Aun pienso estamos a tiempo de frenar este engranaje neo-narcisista e inhumano, aun quedamos personas a las que nos importa la felicidad ajena, enseñémosles a vivir la vida, a desprenderse de sus frustraciones, recordémosles el valor del tiempo, y la vacuidad efímera de el dinero o del consumo. Seamos felices juntos!

martes, 27 de marzo de 2012

Intacta permanencia

Aunque haya intentado borrar todos los recuerdos ligados a esta casa, no puedo remediar tenerlos presentes cada vez que la piso. Dudo que hubiese podido imaginar que así fuera la primera vez que atravesé su puerta, sin embargo más de 20 años después recuerdo incluso aquel dia. Un tiempo antes en la loma sobre la que se levanta Figueras, ella se había enamorado de un prado presidido por una humilde casa, desde la que amanecía y atardecía la vida frente al Eo. No sé cuál fue la razón exacta que la llevó a cesar en su empeño por convertir aquella casa en su hogar vacacional. Sé que el amor a un hombre en cierto modo se interpuso. Por esa razón amo y odio la casa en la que ahora me siento. Esta casa existe, no obstante, por el amor de una mujer a un hombre, y por el amor de éste a una memoria infantil. Como decía poco tiene que ver como luce hoy este piso a como lucía cuando llegamos. Entonces densas cortinas de flores colgaban de las ventanas, barrocas alfombras cubrían el suelo, sofás de recargados estampados poblaban el cuarto de estar y oscuros muebles imitación caoba repletos de adornos de mal gusto tras vitrinas tapaban las paredes. Abrir y cerrar puertas y ese pegadizo olor a naftalina fueron la sensación que me llevé entonces. Años después remodelarían la casa gracias a un pellizco de la Primitiva, pudiendo convertirla en la casa que tantas veces imaginaron. Hoy en día sigue cubierta por las alegres y bonitas telas de los Farré, inundada de luz tras la cabezonería de ella de abrir un ventanal en la cocina y sometida a sus habituales y acostumbrados ruiditos. La vibración de la nevera con su truqui para sostenerla bien cerrada, las tuberías de los radiadores sintiendo el calor recorrerlas y algunos sonidos perdidos con el tiempo, como el chirriar de los viejos columpios de la Alameda. Mercedes no me ha reconocido, eso ha cambiado, pero su figura en jarras con ceño fruncido vigilando el portal sigue exacta. Otros ya no están, Mencía y su sonrisa eterna, el alto y delgado anciano que se daba largos paseos y duchas frías como receta de salud y otros que también se fueron. Algunos árboles menos ahora que entonces, pero en este pueblo todos sabemos que nunca fueron muy amigos de los árboles. Curiosidades olvidadas permanecen, la silla desencolada, los cuchillos oxidables de Taramundi, los picaportes con trampa y los adornos minúsculos que a ella siempre le fascinaron. Nuevas y ajenas telas atentan cubrir y esconder recuerdos. Fotografías cambiadas de lugar parecen querer obviarla, sin embargo entro hoy en día en esta casa y aunque hayan pasado años desde la última vez que vino ella su presencia me acoge tan cálida como siempre. Intacta permanencia, ella sigue en casa.

lunes, 5 de marzo de 2012