miércoles, 20 de abril de 2011

Hablar por hablar


Van pasando los años y descubro que no la conocen. Por fin se va dando cuenta de que habiendo creído siempre ser una persona extrovertida, no lo es. Reconoce ahora que escuda su timidez, sus inseguridades y sus miedos en el habla. Se permite hablar, tanto como sea necesario, cuánto más nerviosa más hablará, los demás creen conocerla, pues muchas veces habla de sí misma, pero no es realmente de sí misma de quién habla es de ese personaje que los otros pueden ver y tocar, lejos muy lejos de rozarla a ella, a la persona real. De sí misma sólo en ocasiones un papel o una pantalla en blanco la reconocen.
Ha aprendido esto recientemente, y lo ha hecho porque ha descubierto que cada vez habla más, y las manos le tiemblan, y levanta los hombros y suda, y últimamente ni siquiera ella cree el personaje que muestra, quizá por eso está nerviosa.
Ella cada vez está más adentro, cuánto más habla su peronaje, más lejos se pierde ella, pronto será imposible encontrarla. Ella sueña con un momento que se repite mil veces, sin embargo los miedos crecen como la hiedra en su interior, y siente que si ese momento llega se lo quitarán de las manos, y entonces sólo entonces ya no quedará ni la huella de su existencia, quedará la marioneta, una marioneta que ni siquiera tendrá quién la sujete.
Todo sucede porque la caja lleva años vaciándose, y rara vez la abren para alimentarla. En el último año la han desvalijado, y herida, apenas se sostiene. Busca en la luz, en la noche, en sus pedaladas, en las sonrisas y entre los cerezos de un solar abandonado, y las ruinas que derruye una máquina, busca las piezas que recompondrán el puzzle, le faltan muchas, y ella es paciente, pero sus fuerzas decaen.
Díganle que en verano el sol iluminará las piezas escondidas, que no pierda la esperanza, díganselo. 

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