Treinta noches de sueño pendientes de encontrar la cama, y esa cama tan lejos de lograr mi sueño. Toda una vida imaginando lo que un cántaro de leche imaginario podría significar y estos últimos treinta días tan cerca de tocar el cántaro. Y es que nunca me teñí de rubia, ni sentí que nubes sin dibujar me definieran, porque yo nací morena y mis ojos eran negros y el sol moldeó mi sonrisa a lo largo de mi vida.
Sólo un trienio me separa de esa esfera y en ese tiempo la piel se volvió neutra, mis palabras cambiaron su código, y mis andares se trasladaron allá donde la luz no es, para pedalear grises y recordar que en las noches de la ciudad oscura la luz provenía de las ventanas.
Treinta mañanas me despertó la esperanza y energía inagotable empujaba mis entrañas.
Esta tarde la incertidumbre ha terminado, ya soy libre para llorar.
1 comentario:
Que tu llanto no empañe otras treinta noches de tu vida
y a modo de cristal desenfocado
se te conviertan
en treinta monstuos agrandados
limpia la lente de tu mirada
para ver colores nítidos
con los que enfrentar la madrugada...
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