domingo, 21 de septiembre de 2008

Ábaco

El portal huele a la casa de la calle Comercio nº 4, y sus escaleras redoblan un compás similar, aunque no tan penetrante. Cinco barras de la barandilla fueron suplantadas, no habiendo sido tratadas con el rigor que lo fueron sus compañeras, la falta de pintura azul las delata. En la entreplanta siempre reposan las mismas dos tablillas pintadas en rojos y platas que aún desmereciendo ser tituladas como obras, dan cierta calidez al aura del espacio. Cinco son también las puertas que separan esta habitación de la calle, las cinco son distintas y todas ellas especiales. La primera es entera de cristal y madera, y cuando la abres emite un grave rugido, la segunda separa no sólo frío de calor, sino lo familiar de lo ajeno, lo privado de lo público, por eso de un lado es blanco pudiendo mirar a través de su gran mirilla, y del otro lado reluce del mismo azul que la baranda de la escalera. Antes de llegar a la tercera puerta donde justo terminan los peldaños, si miras de frente verás unas tizas esperando garabatear algo y claramente se distingue: “D (corazón) I”, bajo la pizarra, quietas rezan sumas y restas por llevar a cabo las cuentas de colores de un ábaco. A la derecha queda la tercera puerta, que de cristal y madera guarda gran parecido con la primera, pero esta no ruge, chirría. Y al traspasarla si es de noche uno penetra en el ángulo exacto en el que el sensor de movimiento trabaja, activando de inmediato la luz del portal, los buzones de latón turquesa ante ti, auguran cartas y noticias, con sus nombres atentos a la mirada del cartero, que aquí también viste de amarillo para que los nombres le distingan, sólo que en lugar de llevar una vespa a conjunto de su atuendo, calzan una bicicleta de la que cuelgan dos grandes alforjas color limón que pendulan al rumbo de la rueda delantera y al ritmo del pedaleo. A la derecha de los buzones el “Hinterhof” o patio, donde siempre descansan de tanto pedaleo algunas bicicletas, y lucen en perfecta fila india el séquito de contenedores de reciclaje (cinco también) y una especie de cabaña de madera (muy abandonada) quedando esta en el centro, y cerrada de día y de noche dando cierto aire de misterio a la escena. Al otro lado de los buzones se encuentra un enorme un enorme y pesado portón de madera azul, normalmente cerrado, pero sin cerrojo, y a escasos dos metros traspasado el portón una puerta de reja metálica separa tus pies de la ya ansiada calle.

1 comentario:

Anónimo dijo...

me gusta y ojalá sea sólo el principio, como lo son las puertas. Ahora que nos las has abierto tienes que enseñarnos todo lo que aparece tras ellas. No dejes de hablarnos y enseñarnos. Besos y abrazos.